Recuerdo, luego creo

Algunos recuerdos me sorprenden. Emergen de lo profundo, antojadizos, sin una razón aparente. Irrumpen, violando las barreras de mi conciencia, tal vez como parte de un proceso electroquímico sigiloso o como producto de la puja de mi deseo por asomar. No son convocados por mí, si por ello entiendo a este sujeto que siente y escribe en esta mañana lluviosa y fresca de otoño. Simplemente entran como por asalto, por fuerza propia, porque se escurren por alguna fisura que no cerré o simplemente porque así debía ser, sin que exista una razón, un por quién o un para qué.

Debo reconocerlo: lo antojadizo de estos recuerdos me inquita. Pero afortunadamente no todos se hacen presente de ese modo tan vil y humillante que deja al desnudo mi absoluta falta de control. Hay otros más francos, que hasta los calificaría como respetuosos. Me refiero a los que se hacen presente evocados por un perfume, por un rostro, por una antigua carta guardada en aquella caja arrumbada en la parte alta del placard. Desde esos estímulos se suelen desplegar riquísimas experiencias de duración y minuciosidad variable, muchas veces sorprendente. A éstos no dudo en considerarlos auténticamente propios, desde el origen. Tienen mi marca, mi estilo, mi cadencia. Reconozco los estímulos y los recuerdos que ellos traen a mí. Me reconozco en ellos y en ellos su origen identitario. Reconocer con claridad de dónde vienen me tranquiliza.

Pero si hay algo que particularmente me irrita es cuando por más que lo intento, no logro traducir un recuerdo en alguna imagen o sensación precisa. Son recuerdos que responden a estímulos más o menos explícitos. Emergen, sí. Están allí, pero su identidad se constituye a partir de la contradictoria vaguedad de ser un recuerdo velado. Son, a lo sumo, un rostro sin rostro, una voz átona, una calle imprescindiblemente anónima. Tal vez, a fuerza de intentarlo, estos recuerdos difuminados puedan, en algún momento, tomar forma. De otro modo, quedarán atrapados en una informe entidad a la que tal vez sea un exceso calificar.

Aunque tal vez el problema acerca del origen de los recuerdos no sea el más importante. Después de todo, con más o menos precisión, colorido o despliegue sensorial, ellos se hacen presente, convocados por mí o por alguna energía que no siempre termino de identificar.

Lo que hoy me inquieta más es en qué se sustenta la certeza acera de la precisión de aquello que recuerdo. ¿En lo que siento ante cada uno de los recuerdos que emergen, en eso que se llama memoria y que no termino de saber cómo funciona, a que huele o como suena cuando trabaja, en los hechos que viven detrás de los recuerdos, en las marcas que imprimieron en mí?

Acabo de levantar la vista de la pantalla de mi computador y reparo en la foto que hace tiempo dejé en uno de los estantes de la biblioteca.

Un hombre y un niño parados sobre unas lenguas de tierra que apenas se adentran en una inmensa masa de agua; una laguna tal vez. Sus rostros no se logran ver. El hombre mira hacia el horizonte; el niño mira hacia el agua, mientras sostiene una varilla con su mano. El cielo se ve totalmente despejado, al igual que la laguna. Solo unos juncos cerca de la orilla y un bote, un poco más adentro, se elevan sobre la superficie del agua. En el fondo, lo que parece ser la extensa arboleda de la orilla opuesta es apenas una delgada línea con mínimas irregularidades. Un instante en blanco y negro, con algunas precisiones, estampado en un papel fotográfico ajado. En el reverso, la inconfundible letra de mi padre deja saber que la fotografía fue tomada en algún día de marzo de 1968, en Chascomús.

No hay en mí recuerdos sobre ese instante. ¿Habrá sido un sábado, un domingo?, ¿A qué olería el aire en ese momento? ¿Sonaría a chicharras, a cotorras, a benteveos?

No guardo ningún recuerdo de ese día o de ese instante y sin embargo allí está, irrefutablemente registrado. Ni siquiera puedo reconocer los rostros de mi tío y de mí, según las referencias que me dieron acerca de lo que veo. Pero no puedo negar lo que esa imagen, el texto escrito en el reverso, las explicaciones y relatos recibidos acerca de ese momento, la historia familiar, dicen acerca de ese instante.

Un hecho más, una instantánea que sucedió y me tuvo como protagonista, de la que no guardo recuerdos en forma consciente. Son eventos sin recuerdos que forman parte de mi memoria. Como las resistencias de estudiantes universitarios a los nuevos estatutos de la dictadura de Onganía o los que contribuyeron al Mayo Francés, de ese mismo año.

Recuerdos y memoria. En el caso de la foto en mi biblioteca, un recuerdo sin rostros. Sin embargo, la memoria familiar me lleva a creer que allí estuvimos; creo que somos nosotros; creo que fue en un día del marzo del 68. Tanto como creo en muchos otros eventos que, aun sin conservar sensaciones o sin haber estado materialmente, son parte de mi memoria. Creo, definitivamente, que la memoria es también, un acto de fe.

Oblivion

Caminamos imperceptiblemente hacia el olvido. La ciencia nos dice que la memoria resulta de recuerdos transitorios, atribuidos a procesos mentales que suceden en estructuras cerebrales, Estructuras y procesos que, gracias a miles de millones de años de evolución, nos permiten registrar, almacenar y rememorar imágenes y sensaciones. Pero desconocemos de qué manera esa información es memorizada en eterno presente. Solo una parte irrisoria de la memoria ha pasado a ser consciente en los últimos 50-100 000 años de la historia de la humanidad. El resto de los recuerdos, de las imágenes que nos llegan, se oculta en los abismos de la mente, siguiendo una dinámica que desconocemos. Tal vez permanezcan allí para siempre, tal vez algo haga que emerjan de ese colosal patrimonio cognitivo inconsciente. No lo sabemos.

Así, buceamos en las profundidades del Leteo, entre “mordiscos” (o bytes si preferimos un término más preciso) de memoria almacenada en una aparente secuencia caótica de unos y ceros que nos estimulan hasta la embriaguez o dan nombre y forma a nuestros vacíos. Leí recientemente que, para el año 2020, la cantidad estimada de datos almacenados en memorias digitales en el mundo rondaba los 40 zettabytes. Se me hace imposible imaginar semejante cúmulo de información. Cuarenta zettabytes correspondería a 40 sextillones de bytes. Desde los textos más sublimes, las imágenes más bellas, los algoritmos esenciales para que el mundo funcione hasta las perversiones más oscuras estarán allí, en la superficie o en las profundidades. Thomas Bartol Jr., investigador del Instituto Salk y sus colegas estimaron que la capacidad de memoria del cerebro humano alcanzaría a 1 petabyte, que corresponde a cien mil millones de bytes.   

Hace un tiempo ya que en mi imperceptible camino al olvido incorporé dos rutinas que intentan atenuarlo o demorar el proceso hacia el olvido. Una de ellas es la de escribir, muy temprano por la mañana. Escribir como forma de recordar, de plasmar la idea, la sensación, el momento, que cuadro a cuadro se hace historia. La otra es caminar, en un transitar flauberiano, captando aquello que la ciudad ofrece.

Sin importar el camino que tome, sin importar la ciudad o el país por los que transite, el olvido es cada día más tangible. Nuestras ciudades, las grandes ciudades, son territorios pletóricos de olvido. Nuestras actividades se retiraron a ámbitos privados, más aún luego de la pandemia por COVID 19. La vida se retira a mundos privados, a barrios privados, a televivir detrás de muros que nos previenen de ver aquello que es mejor no ver, pero que existe sin ser notado.

Las estadísticas que cada año las autoridades de muchas de las grandes ciudades presentan cada año, particularmente a comienzos de los inviernos, nos hablan del número creciente de personas en situación de calle. En todos los casos, cuantificados en unidades, decenas o centenas de miles, los reportes lo presentan como asociado a los efectos de la pandemia, a las condiciones económicas, a la migración, al consumo de sustancias o a situaciones de salud mental.

Pero mas allá de toda estimación estadística, las personas en situación de calle son una forma de olvido que nos interpela. Un pie descalzo que se escurre bajo un revoltijo de ropas y mantas viejas, en un umbral junto al que paso. Una anciana, que apenas levanta sus pies hinchados, detrás de un carrito desvencijado en el que se apoya mientras camina. Olvidados por quienes por allí transitamos, por la sociedad, tal vez hasta olvidados de sí. Olvidado yo de que también soy él.  Formas del olvido al que nos dirigimos.

Sumergidos, somos el olvido que intentamos revertir. Y si emergemos, transitamos otros tantos y vastos territorios del olvido. Transitamos por territorios híbridos, hechos de realidades revestidas y maquilladas por el manto y la brocha de nuestra propia creación, a nuestra imagen, semejanza y conveniencia.  

Avanzamos hacia el olvido, con mayor o menor celeridad, con mayor o menor habilidad para concretarlo. Avanzamos por territorios que no siempre logramos revestir suficientemente, camuflarlos o transformarlos en tierra despojada desde donde crear realidades a nuestra medida.  

Un lunes de agosto de 1904 James Joyce escribió a Nora Bernacle “No puedo ingresar en el orden social si no es como vagabundo”. Puede resultar una irreverencia de mi parte, pero me atrevo a completar la frase: “y con los sentidos alertas”. 

Homeless 

Hoy me encontré  
harapiento, desalineado, reflejado en sus ojos, 
que se esforzaban por ver 
tras unos párpados cansados. 
Y mis manos, 
como las suyas, 
abiertas y vacías, 
de cara al cielo, 
a la espera 
de misericordia. 
Hermanos en orfandad, 
bajo techo de cartón 
deshecho de llovizna. 
Hoy me reconocí 
y amé ese banco de plaza, 
mi lecho 
de tantas noches, 
bajo un cielo 
apenas salpicado. 
 
Pablo Durán. Cuerpos Velados (Alción Editora, 2014) 
 

Camino a las periferias

Bienvenido 2022

Aún hoy, como cuando era niño, mirar a través de la ventanilla mientras viajo sigue teniendo un efecto hipnótico para mí. No importa cual sea el medio de transporte ni el territorio transitado. Como al atravesar la intermitencia de luces y sombras, la estética de las estaciones o la aceleración psicodélica al cruzar otra formación en sentido contrario, que conjugan vértigo, regularidad y sorpresa en el fluir encapsulado del subterráneo. O bien los paisajes que desde perspectivas, altura desde la que se mira, velocidad o territorio recorrido, veo pasar al transitar en tren, ómnibus o automóvil. Y por supuesto que en ese degradé de velocidad, perspectiva y ámbitos, el caminar, sin otro marco que el del propio campo visual, puede ser otra forma de estar-viendo en el tránsito.

Pero tengo que reconocer que no siempre mi conciencia espacial, temporal e intencional se llevan bien y caminan juntas. Y así, transito sin ver, sin oír, sin sentir.

Hace unas semanas visité la muestra “El signo que habito”, del artista Pablo Sinai @pablosinai en MMGalery https://mmgallery.de/es/noticias/.  

Me encontré con la abstracción, la linealidad, la fuga hacia la periferia, la multiplicidad de lo aparentemente similar y reiteradamente singular de aquello que habitamos. Fue una grata coincidencia para mí encontrar esa mirada en un momento en que este blog, este espacio, se iba perfilando para transitar y habitar un nuevo espacio. El signo que habito fue un exquisito paseo por una serie -Vestigios- que parte de los mapas de líneas de subtes de ciudades como Viena, París, Barcelona, Tokio y Nueva York; otra – «Múltiple»- en la que una y múltiples mariposas despliegan su vuelo hacia donde me dejara llevar con la vista y el sentir; y la instalación “Intervalo límbico», que entre lo íntimo y lo colectivo, era otra invitación a abrirse y a salir.

Transitar, del centro a la periferia, a “las” periferias, es el camino que intentaré transitar este año desde Continuum.  ¿Qué espacios habitamos? ¿Cómo los habitamos, recorremos y transitamos? Luego de casi dos años de pandemia, con todo lo que sabemos que significó, individual y colectivamente, la propuesta para este año se vincula con ese recorrido por espacios, nuevos o conocidos, esos “aparentemente similares y reiteradamente singulares”, en los que no solemos detenernos.

La propuesta inicial conserva su vigencia: el continuo de miradas, saberes, experiencias, que nos permite jugar, ir y venir. Luego de haber recorrido lugares, palabras y texturas, en 2021 nos animamos a abrir el espacio a otras voces, a esbozar un recorrido desde la idea de pluriverso de William James, a través de la serie de entrevistas y diálogos que dieron un nuevo tono de voz/voces, desde esos universos múltiples por los que las y los entrevistados transitan.

Este año, desde un espacio renovado, proponemos un tema que lo transitaremos desde diferentes vehículos y perspectivas, en un viaje hacia las periferias.

Viaje al que están formalmente invitados.   

Ciencia y sociedad

Conversamos con la Lic. Elena Abraham sobre desertificación y desarrollo sustentable

 

 

La idea de una ciencia que esté al servicio de la sociedad es una enunciación que la Lic. Abraham marca con firmeza al comienzo de la entrevista y que la desarrolla al compartir sus experiencias y contribuciones.

Elena María Abraham, investigadora principal del Consejo en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA, CONICET-UNCuyo-Gob. de Mendoza. Argentina).

Ciencia como contribución, como aprendizaje social y participativo, como diálogo. Tales son las ideas que Elena Abraham transmite. Y lo expresa desde el reconocimiento de sus maestros, que hicieron que comprendiera la ciencia “como una ciencia que no sólo significará avances en el conocimiento científico, sino que además estuviera al servicio de la sociedad”. Abraham descree del trabajo solitario y refuerza su camino y construcción en trabajo colectivo. “Yo creo en el trabajo en equipo y aposté a eso toda mi vida”.

Su trabajo, enfocado en procesos de desertificación y en el estudio de bosques de tierras secas le han permitido formar parte de un proyecto, por invitación de la FAO, orientado al desarrollo de un inventario de bosques de tierras secas. Los resultados del proyecto, publicados en la revista Science, contribuyeron a valorizar más la importancia de los bosques en las tierras secas, a redefinir el concepto de bosque, a entender el impacto del cambio climático sobre las tierras secas, que, unido al proceso de desertificación y degradación de tierras, las convierte en un escenario frágil y amenazado. Pero el medio no es para Abraham algo inerte. Nos habla de la resistencia que tienen las tierras secas: “Estamos acostumbrados a decir que son frágiles, no son frágiles. Yo siempre digo las tierras secas son sensibles, muy sensibles, tanto a impactos positivos como impactos negativos”.

Las redes, vinculaciones y dialogo no son para Abraham puestas de manifiesto solamente en términos del trabajo en equipo. El vínculo entre grupos humanos y territorio – “en este momento, que es lo que tenemos, tenemos tierras degradadas, tenemos tierras que están ocupadas por grupos sociales que están en condiciones de pobreza”- requiere, para la investigadora, de diálogo entre los diferentes actores y a diferentes niveles: “Entonces, esa es una actividad fundamental relacionarse, escuchar y construir el conocimiento entre los grupos técnicos y los demás grupos de actores. Un proceso de desarrollo local y de ordenamiento territorial no se puede hacer si no se hace de manera participativa”.

Elena Abraham expresa, a lo largo de su relato y ejemplos, la importancia de actuar a diferentes niveles. Desde su experiencia en el nivel local al nacional, al regional o al internacional, ya sea como investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en diálogo con pobladores y tomadores de decisión o bien como miembro de ámbitos internacionales como es el caso del Comité de Ciencia y Técnica de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD), así como del recientemente creado SPI (Science and Policy Interfase), es clara su perspectiva sobre el ejercicio científico como proceso de dialogo por el que cada ámbito y perspectiva se alimenta mutuamente.

Una mirada amplia, formada desde la perspectiva sobre sistemas complejos desarrollada por sus maestros, como es el caso de Rolando García, y sostenida por un diálogo permanente es seguramente la que ha contribuido a que, a pesar de los procesos de degradación, desertificación y necesidad de abordajes, legislación y políticas diferentes, Abraham concluya diciendo “es la lucha de David contra Goliat. Pero bueno. Yo siempre me acuerdo de que el que venció fue David”.

PD

Historia de la ciencia: prácticas y enfoques

Compartimos las reflexiones de Miguel de Asúa, doctor en medicina, historiador y filósofo de la ciencia

La tarde que estuve frente a los tapices de “La dama y el unicornio”, en el Museo de Cluny, no tuve dudas acerca de por qué esa serie es considerada como un icono del arte y pensamiento medieval. La sala está dispuesta en función de ellos. Cada uno, con luz propia, resalta en un espacio despojado, silencioso, en el que entre penumbras se dibujan las siluetas de unos bancos sencillos desde donde contemplar. Cada tapiz de la serie hace referencia a los sentidos del tacto, el gusto, el olfato, el oído, la vista y un sexto titulado «A mon seul désir» (Sólo por deseo mío).

Los animales fantásticos, entre ellos los unicornios, ocuparon un lugar importante en el arte y pensamiento Medieval. La preocupación por ellos -fantásticos, reales, conocidos o provenientes del Nuevo Mundo-, han sido abordados desde entonces por disciplinas científicas.

Miguel de Asúa, médico y doctor en Medicina (Universidad de Buenos Aires), bachiller y licenciado en Teología (Universidad Católica Argentina), M.A. en Historia y Filosofía de la Ciencia y Ph.D. en Historia, con concentración en Historia de la ciencia e historia medieval (University of Notre Dame, EE.UU.), ha dedicado una parte importante de su trabajo, según relata, a estos temas. Sus tesis de maestría y de doctorado se enfocaron en el estudio de la representación de los animales fantásticos en la transición del Medioevo al Renacimiento y en los comentarios medievales al De animalibus de Aristóteles, en particular los de Pedro Hispano y Alberto Magno, en el siglo XIII. En torno a ello y a sus reflexiones acerca de la historia y filosofía de la ciencia se orientó la vista que compartimos.

¿Cuál puede ser el lugar de la historia de la ciencia y del pensamiento medieval en nuestros días? Con esta pregunta iniciamos la charla, en la que de Asúa relató su recorrido hasta llegar a la historia de la ciencia medieval, el ejercicio de la historiografía, el lugar en que considera que el diálogo entre saberes y disciplinas es más fructífero.  Miguel de Asúa reflexiona acerca de mirar la historia de la ciencia como un proceso de aprendizaje, como contenido y también como forma de abordaje. “ La visión de algo se enriquece cuando complementamos la consideración directa de la cosa con lo proveniente de otra mirada”[i][1].

Para de Asúa, su motivación y preocupación ha sido siempre enfocarse en “la cosa en sí”, por sumergirse en las fuentes y dejarlas hablar con voz propia, fuera de intermediarios o intérpretes. Por el solo gusto de “jugar”, como él mismo expresa. Tal vez en el mismo sentido al que hace referencia el tapiz «A mon seul désir».

PD


[1] La ciencia en Argentina entre siglos. Textos, contextos e instituciones, Marcelo Montserrat (comp.). 2000; Buenos Aires, Manantial. , 2000. 

 

Matemáticas y Letras

Conversamos con Guillermo Martínez, escritor y matemático cuyo nombre y trayectoria hablan por sí solos, sobre las matemáticas y la cuestión de la verdad en su obra

“Simplemente algunas de las cuestiones cercanas a la filosofía que yo he empezado a ver en la matemática empezaron a encontrar algunos lugares dentro de mis historias”

Autor de algunas de las novelas policiales más exitosas, cuentos, ensayos y contribuciones en diferentes medios, ganador de prestigiosos premios como el Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes (Argentina;1989), Premio Planeta (Argentina, 2003), Premio Mandarache (Cartagena, 2006, Diploma al Mérito de los Premios Konex (Argentina, 2014), Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez (Colombia, 2014) y Premio Nadal (España, 2019), Martínez nos facilita el trabajo de desenrollar ovillos y seguir el hilo a través de diferentes laberintos.

La inmersión en el mundo de las matemáticas, tal como nos relata, fue una suerte de “accidente” que rápidamente fue “encontrando lugar en sus historias”.

Durante la entrevista, cuestiones profundamente humanas se entrecruzan con problemas y teoremas matemáticos en diálogo con sus obras, como el teorema de Gödel y lo demoníaco desquiciando la voluntad racional en su novela Acerca de Roderer o la cuestión acerca del límite de las teorías en su novela Crímenes imperceptibles.

Y el hilo nos condujo por preguntas acerca del significado de seguir una regla o sobre el lugar que ocupa la verdad y el camino que conduce a ella, ya sea en el transcurrir literario o de la ciencia. Y vinieron al encuentro una sinfonía de voces como las de Euclides, Umberto Eco, Jorge Luis Borges, Ludwig Wittgenstein. Desde “Pierre Menard, autor del Quijote”, de Borges hasta “Los crímenes de Alicia”, última novela de Martinez, el autor comparte su perspectiva acerca de la noción de verdad desde ópticas, miradas y tiempos diversos.

En sus obras se entrelazan relatos y signos en una continuidad de ideas, personajes y preguntas. Guillermo Martínez enriquece el encuentro con una variedad de ejemplos que, desde la geometría, la filosofía, hechos históricos o la obra de otros autores y fundamentalmente la propia, dan cuenta del papel de la matemática como material creativo.

 Comunicación científica

 

Reflexiones de Geraldine MacKinnon acerca la vinculación entre ciencia, arte y comunicación.

“Empieza a surgir la necesidad de comunicar la ciencia de manera más efectiva”

Geraldine MacKinnon, ilustradora botánica, artista visual y profesora chilena nos cuenta con detalle pero sobre todo con entusiasmo y pasión, las etapas, experiencias y proyectos a lo largo de su carrera, durante mas de diez años.

“Hace un poquito más de 12 años que me dedico a la disciplina y a la ilustración botánica, tanto como artista botánica y como profesora de ilustración botánica en diversas instancias… todo esto empezó después de un período de tres años viviendo en Isla de Pascua, fotografiando sitios arqueológicos y haciendo clases en la secundaria de allá”.

La perspectiva que muestra MacKinnon, su mirada, sus palabras hablan de integralidad. “Entonces la verdad es que esta experiencia en terreno viendo piedras, viendo el paisaje, empezando a leer en términos de paisaje arqueológico, poder ver las casas, los poblados mientras nosotros hacíamos la investigación, eso me ayudó a salir un poco de toda esta tendencia de que estaba la universidad ya a encontrarme con las cosas que a mí me gustaban y que tenían más que ver con una actitud contemplativa hacia el mundo natural de observación, de entender el paisaje, las especies que allí habitaban, la historia”.

A partir de ese contacto y motivación tomó la decisión, hacia el año 2008, de dedicarse de lleno a la Ilustración botánica.  Inicialmente de manera autodidacta, hasta avanzar por un camino más sólido. “Primero con el único profesor que en ese minuto daba clases aquí en Santiago y después vinieron unas profesoras del Jardín Botánico de Edimburgo y eso me llevó a lograr conseguir una beca para irme a estudiar a ese jardín botánico en el año 2012”. La experiencia y formación llevó a MacKinnon a llevar adelante su tarea de modo profesional y hasta colaborar con el Museo Nacional de Historia Natural de Chile.

Lo que inicialmente -ilustración y desarrollo científico- transitaban un mismo camino para más tarde separarse, para MacKinnon vuelven a encontrarse. “Siento que hay un resurgimiento a nivel mundial… porque empieza a surgir esta necesidad de comunicar la ciencia de manera más efectiva”

El desarrollo científico y el ejercicio artístico se han distanciado, para la ilustradora, aunque transitoriamente. Sin embargo, no ve tal separación como un hecho restringido a científicos y artistas. La crisis ambiental que experimenta la humanidad es, a la luz de MacKinnon, muestra de la misma separación con la naturaleza. Es en este siglo que vislumbra progresivamente un “resurgir de la comunicación entre los artistas y los científicos. Y aquí todo movimiento de artistas contemporáneos aliados con científicos haciendo proyectos en común, como buscando respuesta más filosófica a ciertas preguntas de la ciencia a través del arte visuales”.

Geraldine MacKinnon es inquieta no solamente en su búsqueda profesional y artística. Promueve la vinculación, la interacción, la conformación de redes y grupos en plataformas sociales, en proyectos en terreno como el proyecto “Curso de Ilustración Botánica de Campo – Senda Darwin, Chiloé”, proyecto que reunía durante diez días a un grupo interdisciplinario con la idea de “brindar clases de ilustración botánica…pero que no fuera sólo dibujo botánico, sino también enseñar ecología, botánica”.

La enseñanza, la comunicación y transmisión no están separadas. Son parte de una misma mirada en la que se suma la experiencia. “cuando enseño botánica básica a mis alumnos de dibujo les digo miren, esto es así, pero en realidad cuando salgan a observar afuera se van a dar cuenta de que hay miles de plantas, que está lleno de excepciones a las reglas”.

La ilustración, la mirada sobre el mundo y la naturaleza, nos presenta con entusiasmo, son parte de la humanidad. “Para mí, la pintura de las cavernas ya expresa esa necesidad de representar lo que está vivo o lo que está fuera de mí. Y para entenderlo, verlo y analizarlo desde distintos puntos de vista, ya sean científico o espirituales.

Y nuevamente encontramos el lenguaje como un eje común, articulador de perspectivas y miradas. MacKinnon habla de un “tercer lenguaje”, “no es ni arte ni ciencia, pero se comunica, es un puente entre ambos, es algo que ya tiene vida propia y que comunica a las personas de todo el espacio del conocimiento”. Pero la palabra no está, según su perspectiva, escindida de la experiencia “porque requiere de una observación profunda, muy contemplativa”.

Así, MacKinnon, con su conversación y reflexión dinámica y ágil, nos ha llevado desde Isla de Pascua o las pinturas rupestres a la tradición de ilustradores hasta finalmente llegar hasta la mirada desde el interior, contemplativa y vinculada con el entorno.

“Entonces creo que acercarse a estas disciplinas que unen el arte y la ciencia, ya sea desde cualquier técnica, son muy buenos para ayudarnos a mantenernos cuerdos”.

PD 

Sistemas complejos

Reflexiones de Marcelo Kuperman acerca de sistemas complejos y miradas interdisciplinarias 

“La posibilidad de avanzar depende estrechamente de la posibilidad de colaborar”

La complejidad y los sistemas complejos han sido, a lo largo de su aún corta historia, como método, cosmovisión o disciplina, desde las voces y escritos de autores como Edgar Morin, Ludwig von Bertalanffy, John Holland, Medina, Murray Gell-Mann, Ilya Prigogine, entre muchos otros.

Desde ese marco, conversamos con Marcelo Kuperman acerca de su motivación, su mirada y experiencia acerca de los sistemas complejos.

 Su motivación por los sistemas complejos y particularmente el desafío de comprender el mundo en que vivimos, tal como nos relata, ha sido y es el motor que lo impulsa. Para Kuperman “El cambio de paradigma está asociado a la idea de … tratar de entender no solamente la física, sino el comportamiento de lo que vemos todos los días”.

 Marcelo Kuperman es Doctor en física e Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto Balseiro, Argentina. Se ha especializado en sistemas complejos y dinámica no lineal. Ha sido consultor de Organismos Internacionales, realizado pasantías postdoctorales en el Centre de Recherche Paul Pascal. CNRS – Universite de Bordeaux y en University of New Mexico y ha participado en el dictado de cursos sobre Sistemas complejos en varias oportunidades en la Summer School Santa Fe Institute. Actualmente es jefe del Departamento de Sistemas Complejos y Altas Energías de la Gerencia de Física del Centro Atómico Bariloche y profesor en el Instituto Balseiro.

 Pero mas allá de los títulos (“soy bastante indiferente a ser asociado a títulos y cargos”,  nos dice), Kuperman dejó traslucir desde el comienzo de la entrevista su motivación por la búsqueda de respuestas propia de un pensamiento inquieto, inquisitivo y a la vez situado en la realidad. Mediante un relato pausado y sereno describe, a partir de ejemplos concretos y con una detallada minuciosidad, las motivaciones y preguntas que lo llevaron a transitar el campo de los sistemas complejos. “La motivación, más que nada, nace del hecho de saber que uno tiene herramientas que aprendió estudiando la carrera de física, herramientas matemáticas con determinados formalismos … pero aquí pueden llegar a ser útiles para utilizar o para analizar sistemas que no estén directamente vinculados a la física, como en principio sistemas biológicos. Pero también uno puede hablar de sistemas sociales o sistemas económicos. ..Lo que yo quería hacer era una física que fuera interdisciplinar, que me permitiera desarrollar herramientas que pudieran tomar los o analizar los fenómenos que se observan en sistemas que están alejados de la física…. Que lo que me motivo más que nada fue la curiosidad por tratar de ver qué más se puede hacer con las herramientas que fui aprendiendo a usar en la carrera”.

Sus trabajos científicos se enfocan en el movimiento, en el flujo, ya sea de personas, vehículos, poblaciones animales o producción agrícola, desde la óptica de la complejidad. Lejos de miradas parciales o fragmentadas, Kuperman juega o hace jugar a las matemática y física con comunidades humanas, animales o vegetales. “Este cambio de paradigma también está asociado a la idea de dejar de lado el reduccionismo que caracteriza un poco a la física, que quizá a fines del siglo XIX y principios de siglo XX, y tratar de entender no solamente la física, sino el comportamiento de lo que vemos todos los días, no simplemente como una suma de las fracciones de cada una de las partes, sino pensar que el hecho de que uno tenga varias partes que están interactuando entre sí puede dar lugar a comportamientos emergentes o comportamientos más complejos”.

 Su relato discurre enlazando niveles de complejidad o de agregación, disciplinas, lo microscópico, lo macroscópico, ámbitos sociales o ecosistemas, sin caer en la simplificación. “A partir de estas interacciones entre los componentes de un sistema a nivel microscópico, de repente dan lugar a comportamientos a nivel macroscópico que son emergentes y que son absolutamente inesperados. Tratar de entender estos comportamientos que son emergentes y que son intuitivos, no tratando de ir hasta lo más pequeño y la descripción última que tiene que ver con lo más microscópico, sino tratar de entender qué tipo de interacciones se tienen crear, qué tipo de estructura deben tener los diferentes sistemas, cuáles son los elementos que son importantes y cuáles son los que no son importantes.

Kuperman aborda “lo emergente” en sus trabajos científicos analizando comportamientos o relaciones diversas como son el equilibrio entre el mantenimiento de hábitats naturales y los espacios para la actividad humana o los efectos de la estructura del paisaje sobre la polinización por la abeja doméstica.

Sus publicaciones y análisis acerca de las leyes de Carlo Cipolla (Las leyes fundamentales de la estupidez humana) fueron la ocasión para considerar temas como el papel del error y la incertidumbre, del orden o desorden en la ciencia y en qué medida la ciencia contribuye a predecir sus efectos.

“Hay que diferenciar un poco lo que uno conoce habitualmente o lo que una sociedad habitualmente conoce con la palabra incertidumbre, que es un concepto más asociado a la mecánica cuántica y el concepto de incertidumbre o de aleatoriedad. Cuando analizamos sistemas complejos, estamos trabajando a un nivel muchísimo más grande aún (que en mecánica cuántica). Pero sí hay una incertidumbre, qué tiene que ver con el hecho de que no conocemos exactamente cuáles son las reglas que están detrás de un determinado sistema o determinado comportamiento. Entonces muchas veces hablamos en términos de probabilidad. Y entonces… uno puede después, a partir de eso, construir un modelo que también me puede dar un espectro de comportamientos posibles”.

“En nuestro caso, (el concepto de) incertidumbre se asocia a una probabilidad; a la probabilidad de que las cosas se comporten de determinada manera, sin la certeza de que sea exactamente una determinada forma. No es que me dice que puede ser cualquier cosa. Es una probabilidad que me dice bueno, la mayor parte de las veces se va a comportar de esta forma. Otras veces se va a comportar de una forma determinada. Entonces, con esa incertidumbre, con esa probabilidad, uno puede construir estos modelos probabilísticos con modelos estadísticos que en general funcionan bastante bien”.

Kuperman, a partir de ejemplos provenientes de ámbitos variados como la probabilidad de extinción de especies, el comportamiento de la pandemia por COVID 19 y las mutaciones del virus, el comportamiento humano como la tragedia de Cromañón en Argentina o el ascenso y descenso a subterráneos o aviones, analiza la forma en que un modelo matemático podría cuantificar esta posibilidad que uno no sabe cuándo va a ocurrir. “En muchas partes del mundo estampidas de gente ante una situación de pánico. Y la pregunta es se hace es, ¿Cómo se puede caracterizar el comportamiento de la gente en esas situaciones y cuál es el mejor diseño que uno puede hacer?

“Se agrega (al modelo) un “ruido o un error” que permite que cuando el virus se reproduce en lugar de reproducirse exactamente como el virus fuentes se reproduce como un error ir al lugar. Mutaciones. Eso es incertidumbre. Esa es la probabilidad. Y ese es el ruido del que yo estaba hablando”.

Para Marcelo Kuperman, la transferencia y aplicación de los modelos matemáticos están vinculadas a la construcción de un lenguaje común.

“Quizá lo que haya que entender, más que nada es que es que esta nueva forma de hacer ciencia es relativamente joven y lo que más cuesta en este tipo de trabajo, que es interdisciplinario, es tratar de generar un lenguaje común. Por ejemplo, acá en Argentina todos hablamos en castellano, pero en la jerga que usan los biólogos es distinta de la jerga que usan los físicos, distinta a la que usan los matemáticos y distinta a la gente que viene las ciencias sociales. Entonces, si uno de construir algo interdisciplinario lo primero que tiene que hacer es tratar de construir un lenguaje común y eso a veces es difícil”.

“Yo lo que veo es que sí, que hay una aplicación de los resultados y lo que ha pasado, por ejemplo, ahora con la pandemia, es un reflejo de, en cierta forma la evolución justamente de esos trabajos en sistemas complejos… así que sí hubo un poco de transferencia desde lo que se hace en sistemas complejos a situaciones reales, pero falta. O sea, hay mucho todavía por hacer. No solamente en lo que tiene que ver con la transferencia, sino en lo que tiene que ver con el análisis de diferentes sistemas o diferentes situaciones”.

“La física ha evolucionado ampliando el campo de lo que considera como que son objetos de estudio de la física. La física ya no se restringe únicamente al estudio de cosas que son inertes y que están asociadas a las diferentes fuerzas físicas, sino que se han animado a avanzar sobre sistemas biológicos, sobre el comportamiento humano, sobre el comportamiento económico. Pero para eso es importante que la física se asocie con otras disciplinas”.

“La posibilidad de avanzar depende estrechamente de la posibilidad de colaborar y al mismo tiempo me imagino que si en lugar de un físico estuviera acá hablando un biólogo, la mirada sería bastante parecida… Entonces yo creo que este nuevo cambio de paradigma implica también un cambio de actitud en las diferentes personas que hacemos ciencia, en cada una de las disciplinas y tratar de no encasillarnos en un determinado compartimento, sino tratar de salir, colaborar, establecer vínculos, hablar un lenguaje común. Porque creo que esa es la forma de avanzar en el conocimiento en estos momentos”.

La idea de una ciencia que esté al servicio de la sociedad es una enunciación que la Lic. Abraham marca con firmeza al comienzo de la entrevista y que la desarrolla al compartir sus experiencias y contribuciones.

Diálogo entre ciencia y toma de decisión

 

 

Inauguramos un nuevo espacio dentro de nuestro blog. Un espacio de diálogo. Nos entusiasma el desafío de dialogar con quienes se entusiasman, contribuir con la construcción del relato mientras recorremos todos los caminos posibles, más allá de supuestos límites.

Nuestro primer encuentro es con la Dra. Marta Pulido-Salgado, para quien “acercar la ciencia a la población es favorecer la democracia”.

 Sus reflexiones giran en torno al diálogo entre quienes hablan desde la ciencia y quienes son responsables por la toma de decisión, en el marco de las sociedades de conocimiento actuales.

PD